martes, 2 de noviembre de 2010

Sobre la realización del compost III: primer balance

            Hace aproximadamente 40-50 días empezaba con una pequeña compostera; es un buen momento  para realizar un balance, el cual, en principio, resulta negativo, pero que a su vez crea un horizonte interesante, no sólo para cuando pueda irme a vivir a un lugar con espacio para una huerta, sino incluso para las plantas del balcón. Me parece importante visualizar mis errores para alguien que está en una situación similar o con ganas de arrancar con este proyecto.
                Recordemos que la idea era combinar elementos con alto contenido de nitrógeno y carbono,  desarrollando un proceso que se da en la naturaleza pero generando las condiciones para que se haga en forma más efectiva y en menos tiempo.
                En varios sitios de referencia explicaban que la mescla debía atravesar varias etapas, algunos consideraban que eran tres y otros cuatro, pero todos coincidían en señalar que, pasado un tiempo, comienza a levar temperatura hasta llegar hasta estar realmente caliente. Eso nunca sucedió.
                Si bien también hay autores que señalan que la temperatura ambiente influye, hay dos explicaciones posibles. Por un lado, el tema del tamaño, que pudo haber sido escaso. Cuando arranque, había pensado el recipiente como provisorio, para luego pasar a uno más grande, pero después  había puesto tantas macetas que no tenía lugar para ampliarlo. Ahora arme un estante pata poner las plantas más livianas y voy a usar un cajón de verdulería para el compost:

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En la foto se puede ver la diferencia de volúmenes: lo que entraba en el balde de helado es menos de la mitad que lo del cajón.
Por otro lado, la sensación es que el principal error estuvo en los elementos que utilicé y sobre todo en la combinación entre lo que habíamos llamado “verdes” y “marrones”, pues si bien empecé de manera pareja entre ambos, luego la relación se fue desnivelando.
Prácticamente no he puesto hojas secas (complica la estación) y no son muchas las ramas que incorporé. En un par de sitios señalaban que no convenía utilizar sólo estos dos elementos para el compost y que se intente usar más variedad, yo hice todo lo contrario (lo que marca un error)
El tema es que, por el lugar donde vivo, tengo a mano mucho más desechos de cocina o restos de las plantas del balcón que elementos leñosos. Y la utilización de papeles y cartones no parece resolver el problema.
Con todo el espacio ganado, intenté solucionar este inconveniente sumando muchas ramas, cortezas y alguna hoja seca (secada). Por suerte, además de lo que puede recolectar de la casa de un conocido que tiene patio, el fin de semana pasada en esta zona hubo muchísimo viento, por lo que las calles estaba llenas de ramas caídas.
Por último, se podría considerar un tener error: la aireación. Si bien lo revolvía seguido, cuando lo pase al nuevo recipiente se sintió por primera vez un fuerte olor (feo). Esto no sólo puede explicarse porque lo había descuidado la semana anterior (por la bendita facultad), sino porque cuando lo mesclaba para darle aire, no lo hacía con la suficiente fuerza y desde el centro; era en forma muy superficial. Igual con todo un día ventilándolo ya parece haberse normalizado, aquel viento también ayudó en este punto.
Ahora sé que hay que hacerlo con cierto empeño (como leí en algunos sitios) y que no puedo volver a descuidarlo como lo hice. Otra ventaja es que el cajón tiene varias aberturas importantes, mientras que los agujeros que en el balde no ayudaban de mucho.
Pero no todo es negativo, hay varias cosas para destacar de este aprendizaje con el compost. 
Antes que nada, la  frecuencia con que hay que rellenarla, lo que implicaría que, con más lugar, si es posible reciclar la gran mayoría de los desechos orgánicos que producimos en casa, bajando considerablemente la cantidad de basura. Esa es una enseñanza muy importante pensando a futuro, cuando pueda vivir en una casa con espacio, pero también para aquellos que ya tienen lugar.
Después hay otras consideraciones menores. Uno de ellos es la velocidad con que empieza a descomponerse la madera (muchos de los fósforos que puse ya no están) y los papeles y cartones, siempre que todo esté bien cortado. Sobre estos últimos, leí que no convenía ponerlos en el compost porque tardaban mucho en transformarse, pero en este caso no fue así.
                Si bien para otros puede ser algo muy menor, me gustó mucho la posibilidad de saber que se reutiliza un papel, que tantas veces lamenté tirar, aquellos donde no puede usarse para escribirse (márgenes, el troquelado de esos cuadernos con un espiral de acero, etc.) o algunos cartones.
También es gratificante la sensación de utilizar todo de una verdura, de no tirar nada. Muchas veces me pongo a picar verdura con tres montones: comida, caldo y compost.
Por todo esto, se puede afirmar que si bien el compost presentó problemas, se puede tomar como una enseñanza y corregir los errores. Quedo ilusionado con lo que puede pasar hacia delante, con un recipiente mucho más grande y ya con cierta experiencia encima. Ojalá el próximo post sobre este tema sea mostrando un puñado de compost terminada.

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